cosas estaban sujetas a sus propios apetitos y pasiones egocéntricas, ahora están puestas al servicio de Dios y de la justicia. El manso, por tanto, es una persona que ya no opone resistencia al señorío de Dios, sino que es dócil, se somete gozosamente a su gobierno y se entrega a su servicio. Negativamente, la conversión implica el quebrantamiento y el repudio del pecado; positivamente, significa volver a Dios y dejarse gobernar por su voluntad. En el Antiguo Testamento, el ejemplo supremo de mansedumbre
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